La Máquina del Mundo
Poema de
Carlos Drummond de Andrade
Traducción
de Pedro Sevylla de Juana
Y
como mis pies palparan suavemente
una
carretera de Minas, empedrada,
y
en la aldaba de la tarde una campana ronca
se
mezclara con el murmullo de mis zapatos,
pausado
y áspero; y aves flotasen
en
el cielo de plomo, y sus formas negras
lentamente
se fueran diluyendo
en
la crecida oscuridad, bajada de los montes
y
de mi propio interior decepcionado,
la
máquina del mundo se entreabrió
para
quien de romperla ya se arrepentía
y
solo por haberlo imaginado lagrimaba.
Arrancó
suntuosa y reservada,
sin
emitir un sonido considerado impuro
ni
un resplandor mayor que el soportable
por
las pupilas gastadas en la observación
constante
y dolorosa del desierto,
y
por la mente rendida al registrar
toda
una realidad que excede
su propia imagen esbozada
en
el rostro del misterio, en los abismos.
Se
abrió en inocente quietud, e invitando
a
cuantos sentidos y presentimientos conservaba
quien
de haberlos usado ya los perdiera
y
no deseara recobrarlos,
si
en vano y eternamente repetimos
los
mismos periplos tristemente desorientados,
invitándolos
a todos, en tropel,
a
habituarse a los desconocidos nutrientes
de
la naturaleza mítica de las cosas,
así
me dijo, empero, cierta voz
hálito, eco o simple sacudida
atestiguando
que alguien, sobre la montaña,
a
otro alguien, noctívago y desventurado,
en
conversa se estaba dirigiendo:
“Lo
que indagaste en ti o fuera de
tu
pequeñez y nunca se mostró,
incluso
aparentando darse o rindiéndose,
y
encogiéndose más a cada instante,
mira,
observa, reconoce: esa abundancia
excedente
en toda perla, esa ciencia
sublime
y tremenda, pero impenetrable,
esa
exégesis integral de la vida,
ese
vínculo inicial y único,
que
no llegas a interpretar, pues tan arisco
se
reveló ante la vehemente investigación
en
que te desgastaste... percibe, considera,
abre
tu pecho para hospedarlo.”
Los
más soberbios puentes y edificios,
lo
que en los talleres se da forma,
lo
que discurrido fue y, seguidamente, alcanza
distancia
superior al pensamiento,
los
recursos de la tierra sometidos,
y
las pasiones y los impulsos y los suplicios
y
todo lo que explica al ser terreno
o
se prolonga hasta en los animales
y
llega a las plantas para filtrarse
en
el sueño resentido de los minerales,
rota
al mundo y vuelve a abismarse
en
la insólita disposición geométrica de todo,
y
el absurdo primigenio y sus enigmas,
sus
verdades más altas que tantos
monumentos
erigidos a la verdad;
y
la gloria de los dioses, y el imponente
sentimiento
de muerte, que florece
en
el mástil de la existencia más gloriosa,
todo
se manifestó en ese destello
y
me reclamó para su reino soberano,
sometido
por último a la visión humana.
Pero,
como yo me resistiera a responder
a
solicitud tan prodigiosa,
pues
la fe se adormecía igual que el ansia,
la
esperanza más exigua — esa aspiración
de
ver desvanecida la densa obscuridad
que
entre los rayos del sol aún se filtra;
como
olvidados credos requeridos
pronto
y vibrantes no se dispusieran
a
colorear de nuevo la cara neutra
que
voy por los caminos mostrando,
y
como si otro ser, distinto de aquel
habitante
de mí hace tantos años,
pasara
a dirigir mi voluntad
que,
ya de por sí inestable, se cerraba
semejante
a esas flores indecisas
en
sí mismas abiertas y cerradas;
como
si un don tardío ya no fuera
deseable,
antes bien desdeñando,
bajé
los ojos, negligente, distendido,
rehusando
aceptar la cosa ofrecida
que
se abría gratuita a mi intelecto.
La
sombra más tupida ya descansara
sobre
la carretera de Minas, empedrada,
y
la máquina del mundo, rebatida,
poco
a poco se fue recomponiendo,
mientras
yo, valorando lo perdido,
permanecía
indolente, mano sobre mano.
PSdeJ El Escorial 15Agosto2013
Pedro Sevylla de Juana
nasceu em plena agricultura, lá onde se juntam La Tierra de Campos e El
Cerrato, Valdepero, província de Palencia, em Espanha; e a economia dos
recursos à espera de tempos piores ajustou o seu comportamento. Com a intenção
de entender os mistérios da existência, aprendeu a ler aos três anos. Para
explicar as suas razões, aos doze se iniciou na escrita. cumpriu já os sessenta
e sete, e transita a etapa de maior liberdade e ousadia; obrigam-lhe muito
poucas responsabilidades e sujeita temores e esperanças. Viveu em Palencia,
Valladolid, Barcelona e Madrid; passando temporadas em Genebra, Estoril,
Tanger, Paris e Amsterdã. Publicitário, conferencista, tradutor, articulista,
poeta, ensaísta, crítico e narrador; publicou vinte e dois livros e colabora
com diversas revistas da Europa e América, tanto em língua espanhola como
portuguesa. Trabalhos seus integram seis antologias internacionais. Reside em
El Escorial, dedicado por inteiro às suas paixões mais arraigadas: viver, ler e
escrever. www.sevylla.com
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